De demonios, exorcismos y fuerza de vida.

Mi papá se suicidó cuando yo tenía un año y medio. Era escritor, y periodista. Y un intelectual de esos que necesitan comprometerse hasta las entrañas con lo que hacen para estar conformes con los resultados; esos que no pueden producir material como chorizos, completamente despegados de aquello que escriben. Lo cual tiene sus costos, claro. Y yo soy periodista, y entiendo el oficio de escribir de la misma manera que lo entendió Jacques Despres, mi papá, y también Rodolfo Walsh, referente indiscutido de mi trabajo. Y como lo entienden también muchos escritores que deambulan por ahí, y a los que el sistema intenta ahogar. Quizás por historia, otro poco por elección, son éstos últimos los que me atraen. Porque sólo encuentro placer en la lectura en esos términos: como parte de lo que somos, como consecuencia de lo que fuimos y de lo que nos hemos convertido por lo que hicieron otros también.

A qué vendrá todo esto. Pues bien, las generosas y honestas reflexiones de otro gran autor a quien descubrí hace no mucho tiempo, Aleksandr Voinov, me dejaron pensando y tejiendo redes, y quedé sinceramente bastante convulsionada.

Este es su pequeño blogpost:

http://www.aleksandrvoinov.blogspot.co.uk/2014/06/personal-demons-and-exorcism-success.html

Hay dos maneras de escribir: están aquellos que pueden producir textos con un principio, un nudo y un desenlace, cierta coherencia también, y obtener un producto entretenido y hasta original, pero sin dejar parte de sí mismos en el proceso; aislados de su trabajo. Son los que pueden hacer regularmente, y como reloj, cierta cantidad de libros por año, porque a fin de cuentas es simplemente cuestión de combinar ingredientes. Como una torta.

Y están los otros, los que necesitan comprometerse y conectarse con la esencia de lo que son y lo que fueron, con su historia, con sus propios demonios y fantasmas. Esos son los verdaderos artistas. Por eso lo de “el violento oficio de escribir”… Me cuesta creer que alguien que no escarbe en su propia identidad pueda producir ese tipo de arte que llega al lector como un huracán, que lo compele a reflexionar, que lo conecta con el autor como si se conocieran de toda la vida. Pero este tipo de escritura tiene sus riesgos.

Aleks dice: “I’ve written some of my darkest stuff while imprisoned in darkness, with exactly two options: kill myself or write”. Mi papá eligió la primera; aparentemente Aleks y yo peleamos con la segunda. Porque una vez que enfrentamos las sombras que nos ahogan, les damos pelea y conocemos lo que somos y lo que podemos hacer, aprendemos con ello la capacidad de usarlo a nuestro favor.

Lo que sí me parece una dicotomía falaz e injusta es la de “oscuro” vs “light”; la de “sombrío malo” vs “liviano bueno/sano”. Y que haya lectores que piensen que pueden opinar sobre qué lleva a un autor a escribir lo que escribe y a criticarlo si varía en su estilo, me parece de pésimo gusto, de alguien vacío e ignorante; pero mucho peor si el autor siente que debe dar explicaciones sobre ello. Cada texto refleja lo que somos, lo que sentimos, lo que vivimos. Hay momentos, etapas, períodos. Muchas veces escribir descomprime, ayuda a exorcizar demonios, como dice Aleks. Otras veces podemos recurrir a eso que alguna vez exorcizamos para crear. Quienes tenemos al suerte de recurrir a esa herramienta supongo que somos afortunados. Para otros es mas complicado; el compromiso es absoluto y la consecuencia termina siendo dejar el alma vacía y entregarla en el proceso, lo que arrastra y consume. Mi  papá no pudo salir airoso de su batalla con los fantasmas. Los míos propios y los heredados están ahí, forman parte de lo que soy, pero aún no me han vencido.

Pero de algo estoy segura: lo importante es reconvertirlo, aquello producido como parte de un período oscuro no tiene por qué ser “malo” ni “bueno” en sí mismo. Es energía vital que puede producir joyas maravillosas. No es posible dejar atrás lo que sigue siendo parte de nuestra identidad: superarlo, trabajarlo y/o enfrentarlo nunca se traducirá en borrarlo. Es la mochila con la que cargamos de por vida, pero lo verdaderamente mágico es poder conectarse con ese mar oscuro, ese pozo. Y buscar allí lo que puede servirnos para avanzar hoy en día. Y quizás podamos llegar a ese lugar donde seguimos siendo quienes fuimos pero con la energía de lo que logramos ser a pesar de todo.

 

 

 

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